Parte de las limitaciones de los científicos se deben al carácter fragmentario de los restos arqueológicos, muchos de los cuales provienen del saqueo para fines comerciales. Ello impide conocer el contexto en el cual fueron hallados, dificultando la interpretación de los restos cerámicos.
Generalmente reservada al tratamiento de temáticas relacionadas con el mundo de los muertos, los hallazgos de cerámica son frecuentes en las cámaras funerarias. Los arqueólogos suponen que las escenas son parte de una mitología de las deidades familiares, también representadas con estatuillas sagradas, en el caso de los linajes de la nobleza.
Los pocos murales pintados que se conservan sorprenden por el realismo y la capacidad para trasmitir sentimientos. Es el caso de los frescos de Bonampak, elaborados entre el 600 y el 800 a.C., en la región mexicana de Chiapas. Muestran las ceremonias y los momentos previos a las batallas, su desarrollo, y el sacrificio final de los prisioneros.
Los mayas combinaron originalidad creativa con el perfeccionamiento de los estilos que desarrollaban los pueblos con los cuales entraban en contacto, ya fuesen invasores o vecinos. El arco o la bóveda falsa fue un elemento exclusivo de sus construcciones.
El jade fue un material ritual y mágico más valorado que el oro. Fue la joya favorita. Los reyes mayas lo utilizaban como piezas dentales postizas. Una vez enterrados, las máscaras fúnebres cubrían su rostro, y depositaban en su boca cuentas de jade y maíz para saciar el hambre en el País de los Muertos.
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