Las ceremonias religiosas más relevantes eran conducidas por nobles de alto rango, de la familia real, encabezados por el Ahau, el monarca cuya función sacerdotal era inherente al cargo.
La falta de imágenes artísticas de los sacerdotes se explicaría por la reticencia de los mayas para representar escenas de la vida cotidiana. Seguramente, estos hombres poblaban la vida de las ciudades, donde un calendario repleto de celebraciones imponía el despliegue de ceremonias multitudinarias.
Los ahkin o sacerdotes eran los responsables de controlar, preservar y transmitir los conocimientos. Realizaban los cálculos astronómicos, monitoreaban el calendario y el paso de las estaciones. Dominaban el sistema de escritura, la producción y la interpretación de la doctrina, y la organización de rituales y sacrificios.
Sin proponérselo, el cronista español Diego de Landa trazó semejanzas con el cristianismo, al relatar que entre los mayas “el oficio de los sacerdotes era tratar y enseñar sus ciencias y declarar las necesidades y sus remedios, predicar y echar las fiestas, hacer sacrificios y administrar sus sacramentos. El oficio de los chilanes (profetas) era dar al pueblo las respuestas de los demonios y siendo tan admirados que acontecía llevarlos en hombros.
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